En ésta, como en otras muchas piezas, Amador consigue el vuelo desde el plano hasta el espacio. También demuestra que el pensamiento o el espíritu o la belleza o el amor no son sutiles esencias que se vierten en la materia. Más bien lo contrario. Algo tiene pensamiento, espíritu, belleza o amor, cuando acepta y celebra su propia corporeidad en plenitud. Aquí, para que todo brote, bastan una banda rectangular en chapa de acero, tan larga y tan ancha como las seis caras de un cubo, cuatro cortes, cuatro dobleces y una torsión.
Francisco Zapico Díaz
Foto: Pablo Basagoiti Brown